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¿Las botellas de vino van a desaparecer?

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Esta pregunta me recuerda a la relacionada con la desaparición de los libros, y en ambos casos espero disfrutarlos mientras viva. Sobre las primeras, sin embargo, tengo mis dudas. Me explico.

Desde que cada vez son más los países preocupados por la sostenibilidad, aumenta la presión para cambiar la manera de envasar el vino. En la actualidad ya podemos encontrar magníficos vinos de calidad “embotellados” en otros envases que no sean botellas de vidrio: ¡plástico, aluminio, acero inoxidable y papel!

Conocíamos el tetrabrik (que no asociamos en absoluto a los vinos de calidad) y justo empezábamos a familiarizarnos con el bag-in-box (de cuyas virtudes, que las tiene, hablaré en otro post), al que todavía no hemos acabado de digerir, cuando el Reino Unido, los países escandinavos y Australia están apostando claramente por envases alternativos al vidrio. ¿Por qué?

Del plástico dicen que es completamente reciclable, casi un 90 % más ligero que el vidrio y no se rompe en el transporte. Le reconocen desventajas como mayor contacto del oxígeno con el vino, el modo en que el plástico puede afectar al sabor del vino y qué pasa con nuestra salud, tema que todavía está sin resolver.

El aluminio también es reciclable y ligero. Además, al igual que el vidrio, es un material que cierra el paso al oxígeno pero se puede enfriar en mucho menos tiempo.

Los barriles de acero inoxidable ya no se utilizan sólo para la cerveza. En los bares de vino y en los restaurantes resultan muy prácticos para servir el vino a copas, algo que a los amantes del vino nos entusiasma ya que nos permite degustar más de uno. En estos barriles el vino se conserva perfectamente durante semanas.

El envase de papel se elabora a partir de papel reciclable más un forro de plástico y su huella de carbono es muchísimo inferior a la de la botella de vidrio.

Todo esto está muy bien pero resulta que el vidrio es un material que se puede reciclar hasta el infinito y nunca pierde sus propiedades.  ¿Es porque su peso encarece el transporte? ¿Su fragilidad? Bueno, pues parece que el problema podría residir en su componente principal: ¡la arena!

Resulta que debido a la construcción desenfrenada en todo el planeta, hay un déficit de arena. Se ha convertido en una materia deseada por todos y su precio se ha encarecido. En consecuencia el coste de las botellas de vidrio se ha disparado, haciendo saltar las alarmas. Los bodegueros no pueden repercutir ese coste en el producto final por lo que la alternativa está clara: jugar la carta ecológica y sostenible.

Por eso me lamentaba al principio sobre su presencia en el futuro. Mientras existan románticos de la cultura tendremos libros, pero luchar contra la falta de arena es como hacerlo contra los molinos de viento.

PA-46-47

Para saber más sobre la «guerra de arena»:

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